viernes, 21 de junio de 2013

          EL PADRE PATA    (Tradiciones Peruanas)                                                      

Cuando el general San Martín desembarcó en Pisco con el ejército libertador no faltaron ministros del Señor que como el obispo Rangel,
predicasen atrocidades contra la causa libertadora y sus caudillos.
Desempeñando interinamente el curato de Chancay estaba el franciscano fray Matías Zapata que era un español de primera agua, el cual después de la misa dominical, se dirigía a los feligreses exhortándolos con calor para que se mantuviesen fieles a la causa del rey, nuestro amo y señor.
Refiriéndose al generalísimo, lo menos malo que contra él predicaba era lo siguiente:
“Carísimos hermanos: Deben saber que el nombre de ese pícaro insurgente de San Martín es por sí solo una blasfemia, y que está en pecado mortal todo el que lo pronuncie. ¿Qué tiene de santo ese hombre malvado? ¿Llamarse San Martín ese sinvergüenza, con agravio del caritativo santo San Martín de Tours, que dividió su capa entre los pobres? Que se conforme con llamarse sencillamente Martín  y le estará bien por lo que tiene de semejante con el pérfido hereje Martín Lutero, y porque como éste, tiene que arder en los profundos infiernos. Deben saber, hermanos y oyentes míos, que declaro excomulgado a todo el que gritare ¡viva San Martín!, que es los mismo que burlarse impíamente de la santidad que Dios da a los buenos”.
No pasaron muchos domingos que el generalísimo trasladara su ejército al norte y sin que las fuerzas patriotas ocuparan Huacho y Chancay. Entre los prisioneros españoles se encontraba fray Matías Zapata que fue conducido ante el excomulgado caudillo.
-      - Con que, señor mío –le dijo San Martín- ¿es cierto que me ha comparado con Lutero y que le ha quitado una sílaba a mi apellido?
  Al infeliz le entró temblor de nervios y apenas si pudo susurrar la excusa de que había cumplido órdenes de sus superiores. Añadió que estaba dispuesto a predicar devolviéndole a su señoría la sílaba quitada.
-   - No me devuelva usted nada –dijo el general- pero sepa que yo, en castigo de su insolencia, le quito también la primera sílaba de su apellido y entienda que lo fusilo sin misericordia el día que se ocurra firmar Zapata. Desde hoy no es usted más que el padre Pata, y téngalo muy presente, padre Pata.Y hasta 1823, no hubo en Chancay documento parroquial que no llevase por firma "Fray Matías  Pata". Vino Bolívar y le devolvió el uso de la sílaba eliminada. 


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