ANÉCDOTAS
SAN MARTÍN EL ABUELO
UNA VALIENTE MADRE MENDOCINA
Cercano a la ciudad de Mendoza
está el campo “El Plumerillo”. Allí, el general San Martín, adiestra los
batallones que días después atravesarán la mole andina, en pos de la libertad
de Chile. Para la revista final de las tropas, San Martín se ha trasladado a la
capital mendocina, vestida de fiesta para recibir al Gran Capitán. Un
mendocino:- ¡Qué hermoso es todo esto! ¡Cómo lucen los uniformes de los
granaderos! Una mendocina: - ¡Y qué bella se ve la bandera, ofrecida al general
San Martín por las damas patricias. ! Un anciano: - ¡Con esta bandera al
frente, nuestro ejército no perderá una sola batalla! Relator: - En este
momento sale una mujer desde la multitud y se dirige hacia la tropa. En las
filas del ejército libertador tiene a su esposo y a tres hijos. La dama
mendocina (avanza hacia ellos y los besa).- ¡Qué Dios y la Virgen os protejan!
Este escapulario que prendo en cada pecho será un escudo protector. ¡Nada de
llanto! ¡Los valientes no lloran; solo saben luchar por su patria! ¡Ya veis: en
mis ojos no hay una sola lágrima ! ¡Qué orgullosa estoy por haber dado a la
Patria estos cuatro varones! El general San Martín (se acerca a la esposa y
madre ejemplar y conmovido, le estrecha fuertemente la mano).- ¡Gracias, noble
mujer! ¡Vuestro sacrificio no será en vano! ¿Ahora sé de donde sacan mis
soldados tanta firmeza ! ¡Con madres como usted la Patria está salvada!
PREMIO POR OBEDIENCIA
También es conocida su anécdota con el centinela de guardia
que tenía orden de no dejar pasar al laboratorio del regimiento con botas
herradas y espuelas. Para probarlo, él mismo San Martín fue dos veces con ese
calzado y fue detenido por el cabo. Tras ello, se presentó con alpargatas y le
dio una onza de oro al soldado, quien había puesto a una institución la ley del
lugar por encima de cualquier persona.
EL CORREO INDIO DE SAN MARTÍN
Esperando el momento propicio
para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en
Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no
podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna,
jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín
encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó
aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí,
usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a
fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi
general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero,
partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la
mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna
Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era:
“un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que
ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las
doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al
suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en
el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro
reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el
ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y
ollas... ¡venceremos!
¡QUIERO
HABLAR CON EL SEÑOR SAN MARTÍN!
El capitán Toribio Reyes, pagador
de los sueldos del regimiento, llega a la casa de San Martín, para contarle que
se ha gastado el dinero que tenía para pagar a los soldados. Le explica que
acude al Señor San Martín, porque no quiere que se entere el general San
Martín, de una acción tan vil que ha cometido y para expresarle su
arrepentimiento. El libertador le pregunta si el general lo sabe y Toribio le
responde que no, entonces le dice: - ¿Cuánto dinero necesita? − 20 onzas, que
pienso devolver en cuanto me sea posible - responde. San Martín le da el dinero
y le recomienda, que no se entere el General San Martín porque sería capaz de
pasarlo por las armas.
El granadero Juan Antonio Melián
era un gran jinete, acostumbraba cruzar los estribos y montar de un salto a lo
gaucho, enterado San Martín de la criolla costumbre le dice al bravo soldado
¿Así cumple los reglamentos de su arma un oficial argentino?. Como castigo le
impuso unos días de arresto que Melián cumplió religiosamente. Días antes de
culminar su encierro el propio San Martín se presentó a la celda donde estaba
el detenido y antes de levantar la sanción con gran sabiduría le dijo: “por su
bravura y como recuerdo, le regalo a usted estos estribos de plata que yo mismo
usé en Bailén. Sírvase de ellos y verá que para cercenar cabezas godas, nada es
mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre estribos”.
Es bueno saber que contamos con estas paginas que nos enseñan un poco mas sobre las historia del Perú...felicidades para estas personas que se preocupan por los estudiantes..
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